Respira en mí, oh, Espíritu Santo Para que mis pensamientos puedan ser todos santos.
Actúa en mí, oh, Espíritu Santo Para que mi trabajo, también pueda ser santo.
Atrae mi corazón, oh Espíritu Santo Para que solo ame lo que es santo.
Fortaléceme, oh, Espíritu Santo Para que defienda, todo lo que es santo.
Amen!
San Agustín
Reflexiones Diarias
ENSEÑANZAS DEL EVANGELIO
Sábado 21 de Diciembre de 2024
Y tu, ¿Qué pides para Navidad?
Lectura del santo evangelio según san Lucas
Lc 1, 39-45
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea y, entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.
Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor".
Una de las tradiciones bonitas del tiempo de navidad es el intercambio de regalos. En muchas culturas, la noche de navidad es la fecha del año más esperada por los niños, precisamente por los regalos que reciben ese día.
Regalos que, en los inicios de la tradición, representaban los obsequios ofrecidos al niño Jesús el día de su nacimiento, que fue por demás el regalo más grande que Dios ha hecho a toda la humanidad: el fruto bendito del vientre de María, como lo exclamó Isabel.
Pero esta, como tantas otras bonitas tradiciones, ha sido completamente distorsionada para convertirla en un festival más de la cultura del consumismo, no solo para quedarse con el dinero de la gente sino para adueñarse de la esencia misma de una tradición de carácter espiritual y lucrarse con beneficios puramente materiales.
Los regalos de navidad se han convertido para muchos en una obligación, y en ocasiones hasta en un carga, con la tradición distorsionada a tal punto que ya no puedes regalar lo que tu consideras apropiado sino lo que exigen las personas en sus listas de regalos, creando un sinnúmero de decepciones y frustraciones tanto para quien regala como para quien recibe el regalo.
San Charbel, un sabio moje ermitaño libanes del 1800, decía que las personas piden muchas cosas que en realidad no necesitan, y necesitan muchas cosas que no piden, y como aplica ese sabio dicho en nuestros días.
Hermanos, la Navidad es la celebración del Nacimiento de Jesús, el Salvador del Mundo, el Mesías, el Enmanuel, el hijo de Dios hecho hombre. Una fecha para llenarnos de regocijo espiritual y compartirlo con nuestros amigos y familiares, poniendo a Jesucristo como centro de la fiesta. Si así no lo hacemos, estaremos celebrando cualquier otra cosa, a la que definitivamente no debemos llamar Navidad.
Hagamos nuestra parte para mantener vivo el verdadero espíritu de la Navidad en nuestros hogares y en nuestros corazones, y que esta hermosa tradición no se siga perdiendo, sino que la pasemos a las generaciones siguientes.
Ofrezcamos a Jesús nuestro corazones, que es el único regalo que El nos pide que todos nosotros le podemos ofrecer, y aprovechemos este tiempo para pedirle con confianza a nuestro Padre Celestial que no permita que nada nos parte de su amor y su gracia que es todo lo que verdaderamente necesitamos, y su bondad no nos defraudará.
Oración: Señor tú me creastes y me conoces muy bien, te pido que me des tu amor y tu gracia que es todo lo que yo verdaderamente necesito. Concédeme un día, que, por la obra del Espíritu Santo en mí, mi corazón no se apegue más a las cosas materiales que me apartan ti, sino que busque siempre de las cosas que enriquecen el espíritu y que me permitirán un día contemplar tu rostro en la vida y en la alegría sin fin.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen!
Respira en mí, oh, Espíritu Santo Para que mis pensamientos puedan ser todos santos.
Actúa en mí, oh, Espíritu Santo Para que mi trabajo, también pueda ser santo.
Atrae mi corazón, oh Espíritu Santo Para que solo ame lo que es santo.
Fortaléceme, oh, Espíritu Santo Para que defienda, todo lo que es santo.
Amen!
San Agustín